diumenge, 19 de juny del 2011

Sicília i CAMILLERI: la gastronomia siciliana

Insalata siciliana. Mercato La Vucchiria. Fotografia: Irene Domènech 

Al llegar a la altura de la trattoria San Calogero, el comisario, que caminaba apurando el paso, se detuvo en seco como hacen los burros cuando, por misteriosas razones, deciden parase y no moverse por muchos azotes o puntapiés que les den en la tripa. Consultó el reloj. Eran sólo las ocho. Demasiado pronto para cenar. Pero el trabajo que lo esperaba en Via Cavour sería muy largo y seguramente le llevaría toda la noche. Podía empezar e interrumpir su tarea sobre las diez…Pero ¿y si le entraba el apetito antes?
- ¿Qué hace, señor comisario, se decide o no se decide?
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Arancini sicialians (imatge: blogdeloles2.blogspot.com)


Andrea CAMILLERI (1999) : La Nochevieja de Montalbano. (Trad: M.Antònia Menini Pagès) . Barcelona: Ed. Salamandra


¡Dios mío, los arancini de Adelina!Los había saboreado sólo una vez: un recuerdo que se guramente le había penetrado en el ADN, en su patrimonio genético.
Adelina tardaba dos días enteros en prepararlos: Se sabía de memoria la receta. La  víspera se prepara un estofado de ternera y carne de cerdo a partes iguales que tiene que cocer a fuego muy lento durante horas y horas con cebolla, tomate, apio, perejil y albahaca. Al día siguiente se prepara un arroz, al que llaman a la milanesa ( ¡pero sin azafrán, por favor!), se vierte todo sobre una mesa, se mezcla con los huevos y se deja enfriar. Entre tanto, se hierven los guisantes, se hace una besamel, se cortan en trocitos unas lonchas de salchichón y se mezcla todo con la carne estofada y triturada a mano con la tajadera (¡nada de batidoras, por el amor de Dios!). Al arroz  se le añade el jugo de la carne. A continuación, se coge un poco, se coloca en la palma de la mano ahuecada, se le agrega una cucharada de la mezcla anterior y se cubre con una poco más de arroz para formar una albóndiga. Cada albóndiga se pasa por harina y después por clara de huevo y pan rallado. Luego, todos los arancini se echan en una sartén con aceite de oliva muy caliente y se fríen hasta que adquieren un color de oro viejo. Se escurren sobre papel. ¡Y, al final, loado sea el Señor, se comen!
Montalbano no tuvo ninguna duda acerca de con quién iba a cenar en Nochevieja.


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