divendres, 29 de juliol del 2011

La fiesta del sacrificio

Travir (2009): Run away!!!
Salimos y apenas habíamos dado un par de pasos en el frío cuando vi que en el solar vacío y enfangado que había al lado se había reunido una multitud bajo el pequeño tilo que había más allá dispuesta a degollar un carnero para el sacrificio. Tal y como veo las cosas ahora, debería haber pensado que iban a degollar a aquel animal, que eso podría impresionar a aquella niña pequeña y no tendría que haber dejado que Füsum se acercara.
Pero eché a andar hacia allá curioso y sin pensármelo dos veces. Nuestro cocinero Bekri Efendi y nuestro portero Saim Efendi se habían arremangado y estaban derribando un carnero pintado con alheña y con las patas atadas. Junto al carnero había un hombre con un delantal y un enorme cuchillo de carnicero, pero no podía ver lo que hacía porque el animal se sacudía continuamente. Entre el cocinero y el portero, de sus bocas salía vaho por el esfuerzo, lograron inmovilizarlo. El carnicero agarró al carnero por el bonito morro y por la boca, le giró la cabeza torpemente y le apoyó el largo cuchillo en la garganta. Se produjo un silencio. "Dios es grande, Dios es grande", dijo el carnicero. Movió el cuchillo adelante y atrás y lo clavó con rapidez en la blanca garganta del carnero. Al sacarlo brotó un grueso chorro de sangre rojísima. El carnero se sacudía y uno podía comprender que estaba agonizando. No se veía el menor movimiento. De repente una ráfaga de viento hizo ulular las desnudas ramas del tilo. El carnicero echó a un lado la cabeza del carnero y dejó que la sangre cayera en un agujero que habían cavado previamente. 
A un lado vi unos niños curiosos que arrugaban el gesto, al chófer Çetin Efendi, a un anciano que rezaba. Füsum se agarró en silencio a la manga de mi chaqueta. El carnero todavía se movía de vez en cuando, pero eran sus últimos estertores. El carnicero, que estaba limpiándose el cuchillo en el delantal, era Kazim, el de la carnicería al lado de la comisaría, no lo había reconocido en un primer momento. Cuando mi mirada se cruzó con la del cocinero Bekri comprendí que se trataba del carnero que habíamos comprado hacía unos días para las fiestas y que se había pasado una semana atado en el jardín de atrás de casa.


Orhan Pamuk (2009): El Museo de la Inocencia, Literatura Mondadori, 57-58.
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