dimecres, 20 d’abril del 2011

El vizconde demediado

Young, Matt (2009). Sense títol
Desde que todos supieron que había regresado la otra mitad del vizconde, tan buen cuanto la primera era mala, la vida en Terralba fue muy distinta.
Por las mañanas yo acompañaba al doctor Trelawney en su tanda de visitas a los enfermos, porque el doctor había reanudado poco a poco la práctica de la medicina y se había dado de cuántos males sufría nuestra gente, cuya fibra habían minado las largas carestías de los tiempos idos, males por los que nunca se había preocupado.
Íbamos por los caminos del campo y veíamos las señales de que mi tío nos había precedido. Mi tío el bueno, quiero decir, el cual cada mañana daba también una vuelta y no solo de visitas a los enfermos, sino también a los pobres, los viejos, cualquiera que necesitara ayuda.
En el huerto de Bacciccia, el granado tenía cada una de las frutas maduras con un pañuelo anudado alrededor. Comprendimos que a Bacciccia le dolían las muelas. Mi tío había vendado las granadas para que no se abrieran y desgranaran ahora que la enfermedad impedía a su propietario salir a cogerlas; pero también como señal para el doctor Trelawney, de que pasara a visitar al enfermo y llevase las tenazas.
El prior Cecco tenía un girasol en el terrado, canijo, que nunca florecía. Esa mañana encontramos tres gallinas atadas allí, a la barandilla, que comían cebo a todo comer y descargaban estiércol blanco en la maceta del girasol. Comprendimos que el prior debía tener cagalera. Mi tío había atado las gallinas para abonar el girasol, pero también para avisar al doctor Trelawney de aquel caso urgente.
En la escalera de la vieja Giromina vimos una fila de caracoles que subía hacia la puerta; caracolazos de esos que se comen cocidos. Era un regalo que mi tío le había traído del bosque a Giromina, pero también una señal de que la enfermedad del corazón de la pobre vieja había empeorado y de que el doctor entrara despacito, para no asustarla.
Todos estos signos de comunicación eran usados por el buen Medardo par no alarmar a los enfermos con una petición demasiado brusca de los cuidados del doctor, pero también para que Trelawney tuviera de inmediato una idea de qué se tratata, ya antes de entrar, y venciese así su renuencia a poner el pie en casas ajenas y acercarse a los enfermos que no sabía qué tenían.
Calvino, Italo (1977). El vizconde demediado. Alianza Tres. Madrid. 60-61 

Podeu veure-hi la pel·lícula de la qual s'ha extret la foto: 
Headquarters from Matt Young on Vimeo.
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